Soltar los pasos prohibidos: la danza como herramienta educativa y liberadora

Educación
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O por qué usar el baile como forma de expresión corporal, artística y de inclusión en el ocio educativo.

Llevaba un largo tiempo sin poder escribir. Una mezcla entre inseguridad —“¿qué podría aportar yo?”— y apatía —“¿para qué?”— me ha tenido silenciada unos meses por aquí. Anoche no pude —ni quise— postergar más mi compromiso con este blog, que me ofrece una oportunidad de expresar ideas y reflexiones desde la seguridad de un equipo amigo y un buen proyecto.

Traté de superar el bloqueo buscando una motivación para expresarme, pero todo lo que intentaba poner en palabras me resultaba incómodo. Entonces pensé: ¿qué otras formas de expresión me hacen sentir cómoda? Y fue el cuerpo quien respondió: el baile.

Asisto a clases de danza desde los 8 años aproximadamente. Bailando fuera de clases me recuerdo toda la vida. Desde niña me han ido llegando mensajes como que bailar es sufrimiento, pero no una actividad física “de verdad”; que bailar se hace de una forma concreta; que hacerlo bien o mal tiene que ver con un duende que tienes o no; que es una cosa que hacemos las chicas y que si bailamos con chicos es para ligar; o que en la danza lo importante es ser vista y llegar a primera fila.

En definitiva, a través del baile he vivido cómo se han ido filtrando en mi cuerpo infinitas directrices androcéntricas que contradicen la libertad que experimento al mover mi cuerpo, sola o en colectivo, al son de la música y de mis propios sentimientos.

Una muestra de cómo se percibe generalmente el baile en sociedades occidentales como la nuestra es la expresión recientemente popularizada “soltar los pasos prohibidos”, que viene a definir el momento en el que una persona se desinhibe y muestra sus movimientos más propios y expresivos.

Por eso, os invito en este artículo a despenalizar la conexión con nuestro cuerpo usando el baile como herramienta para trabajar la expresión corporal en el ocio educativo (y en nuestra vida en general, también).

En contextos de ocio educativo, si entendemos el baile como una forma de expresión podremos proponer actividades donde el movimiento corporal sea el medio y no el fin. Durante años he experimentado cómo la actividad de baile en campamentos de verano ilusiona a unas pocas y desilusiona a bastantes.

Si lo pensamos, en estos contextos cualquier actividad física se propone como un juego, ¿por qué no presentar el baile también así? ¿Y si fuera una gymkhana donde ir descubriendo y construyendo una coreografía grupal a partir de aportes individuales?

Trabajar la danza desde la libertad de movimiento, promoviendo la creatividad con aportes del grupo y permitiendo que cada persona se mueva desde su propia identidad. Una de las cosas que he aprendido de mi última profesora de baile es que la cuestión no es repetir unos pasos, sino asimilarlos, entender el movimiento del cuerpo y adaptarlos a mi propia expresión.

Una propuesta lúdica y muy sencilla para fomentar esto puede ser invitar a traducir corporalmente palabras, frases o emociones, ayudando a entender el lenguaje único de cada cuerpo y a legitimar distintas formas de estar y moverse en el mundo.

El componente cultural del baile también tiene un potencial enorme para trabajar la inclusión y la interculturalidad. En la mayoría de casos trabajamos con niños y niñas de culturas diversas y, aun así, nos limitamos a bailar en castellano o inglés.

Investigar, preguntar y proponer ritmos que ayuden a los grupos a conocer mejor a las personas que los integran y sus contextos puede ser una oportunidad para mejorar la convivencia y promover la interculturalidad.

¿Qué pasaría si invitamos a cada niño o niña a compartir un ritmo de su cultura o una canción que le recuerde a su familia? El baile puede convertirse en puente y en espejo.

Abrir la mirada a la danza como herramienta de expresión puede aportar mucho no sólo a la propuesta educativa, sino también de manera personal a las infancias con las que trabajamos, mejorando las habilidades sociales y la gestión emocional.

Favorecer la escucha corporal, el respeto por los ritmos propios, la capacidad de improvisar, de confiar y de comunicar sin hablar... todo eso se entrena bailando.

En un momento donde se tiende a la homogeneización del pensamiento, optemos por encontrar nuestros propios movimientos.

Y que la danza siempre sea un espacio liberador.

En Open Motivation, la danza es un arte más dentro de nuestras actividades lúdicas: tanto en espacios dirigidos como en propuestas libres, la usamos para fomentar la expresión, la conexión grupal y el reconocimiento de cada identidad. Apostamos por una educación que se mueva, que pulse al ritmo de quienes la viven. Porque bailar también es cuidarse, reconocerse y construir comunidad.

Miriam Rodríguez

Miriam Rodríguez

Participación | Dinamización Comunitaria | Cooperación al Desarrollo

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