Otra forma de alimentarse y organizarse es posible: más local, más justa y más humana.
Educación
Hace unos días fui a ver a la abuela de un amigo, y ella nos empezó a narrar cómo era su alimentación cuando era pequeña, cuando aún vivía en su pueblo extremeño. Nos contaba que varias veces por semana comía garbanzos, así como otros alimentos como el pan o la leche. Cuando nos narraba con más detalle cómo eran sus comidas, aunque sin duda contaba con mucha menos variedad de alimentos que las nuestras, a ella se le caía la baba recordándolas.
Pese a que para nosotras seguramente nos parezcan escasas o repetitivas, la frescura, los sabores y las recetas cocinadas “a fuego lento” hacían de esos alimentos algo que se disfrutaba en grande día a día.
¿Os suena cuando en la entrada anterior de alimentación hablábamos de que el cuerpo nos pide lo que nuestro entorno y clima nos da? ¿De que no es casualidad que en verano se cultiven el melón o la sandía, cuando requerimos de muchísima más cantidad de agua para sobrevivir? Pues esto es algo que, si bien hemos perdido en las grandes ciudades como Madrid, severamente desconectadas del mundo rural, con una brecha entre los saberes rurales-urbanos muy grande, nuestras abuelas y abuelos nos pueden refrescar.
Cuando la abuela de mi amigo hablaba de los alimentos que comía de pequeña, se estaba refiriendo a todos y cada uno de los alimentos locales y territoriales que había en los campos de cultivo de su pueblo, así como la ganadería típica de la zona. En gran medida, hace no mucho tiempo, cuando la mayor parte de la población de países como España no se concentraba en grandes núcleos urbanos —como sucede ahora—, los menús diarios de las personas se conformaban de estos alimentos locales. Ahora mismo esas cadenas cortas de suministro han sido sustituidas en su mayoría por cadenas mucho más largas, lo que hace que nuestra alimentación, antes de llegar a nuestra mesa, sea movida por tierra, mar y aire kilómetros y kilómetros. Para que nos llegue “fresca” —o no podrida por la caducidad lógica de los alimentos—, muchas veces se ven plagadas de procesos de conservación que aumentan la durabilidad del alimento.
Todas estas cadenas largas de suministro, sin embargo, no son inocuas, sino que tienen consecuencias graves para nuestra salud, la salud del planeta y los sistemas alimentarios de los países que participan de estos largos recorridos. Con lo fácil que sería plantar perales un poco más cerca de nuestros barrios, ¿no?
Ahora te hablaré de algo muy chulo. Algunos grupos de personas que son conscientes de lo perjudicial de estas cadenas largas de suministro, y que son conscientes de que todo lo que necesitan pueden cultivarlo mucho, mucho más cerca —ellas también han hablado con sus abuelis o los de sus amigas—, han construido colectivamente bonitas soluciones. Una de ellas son los grupos de consumo. Esto se trata de logísticas comunitarias en donde un grupo de personas decide alquilar/comprar un terreno de cultivo cerca de sus barrios o ciudades para conseguir cultivar y alimentarse de temporada.
Y a partir de aquí, ¡cada grupo de consumo es un mundo! Hay algunos en donde un/a agricultor/a trabaja diariamente para cuidar las tierras y recoger los frutos. Pero hay otros en los que las propias personas del grupo hacen procesos de aprendizaje para volverse un poco agricultores/as, y por turnos van cuidando los cultivos y trabajando la tierra. Hay algunos mixtos: existe un/a agricultor/a que trabaja diariamente, pero además los fines de semana va gente del grupo a cuidar la tierra. ¡Es todo un mundo!
Lo que suele pasar en la mayoría de los grupos de consumo es que cada persona paga una cuota mensual para mantener la actividad, y a la vez recibe cada semana una cestita con productos de temporada recién recogidos de las huertas. La dinámica es súper contraria a cuando sueles comprar en un supermercado, pues tú no lo eliges, sino que es como una “caja sorpresa” que te estimula a ser mucho más creativo/a en la cocina.
Te aviso de que, conociendo estas iniciativas, ahora no pararás de verlas en todas partes, pues están en muchos más rincones donde no te esperabas: cuando vayas al peluquero de toda la vida y te huela la sala a pimiento, pregúntate, ¿tendrán un grupo de consumo y no me habré enterado? Hmm…
En Open Motivation creemos que otra forma de alimentarse —y de organizarse— es posible. Este blog es un espacio para compartir ideas que cuidan de las personas y del planeta. ¿Conoces alguna otra logística comunitaria? ¿Tienes cerca alguna iniciativa que merezca ser contada? ¡Déjalo en comentarios o escríbenos!